miércoles, 30 de mayo de 2012

La vida se presentaba furiosa,
pero su cuerpo era como un escudocontratodo.


Tú. Yo. Una silla. Latidos. El desván francés. Caricias. Almohadas. Skins. Fotogramas. Física. Apaga la luz. Enciéndeme la boca. Eres el sueño que se parte en dos y me ahueca la amohada por las noches. Me desmayo en una alfombra y solo pienso en tus vértices, en la forma de tus labios cuando susurras escitado. Quiero tocarte y no parar. Mirarte y no parar. Pensarte y no parar. Ayúdame a seguir la espiral que me conduce hasta tus manos y me acaricia el pelo. Empápate conmigo en un mar de dulces risas en mitad de mis sábanas, de nuestra tienda de campaña. Más alto. Más alto y tira porque te toca. Aumenta la tensión y baja la velocidad. Por ti me tiro al río, me hago el harakiri y me parto la boca con las nubes para que dejen al sol brillar siempre en tu cielo. Luego aumenta todo. El crujir de mi suelo me recuerda a ti. Las luces rojas o del color que sean me recuerdan a ti. Deberíamos perdernos tú y yo en muchos sitios. Prendemos todo a nuestro paso. Tu respiración es la canción número uno de mi lista de reproducción. Mantendría una lupa sostenida debajo de la luna para crear un incendio en pleno invierno.  Vamos a hacer que piquen los vecinos, que se rompa la rutina. A bebernos los orgasmos y lamernos hasta las piernas. Todo.
Un tintineo suena bajo mi cama (y eso que tengo cajones) salto y me pierdo y no veo y te miro y...




ya sabes lo que biene después del siguiente "te".




Las luces del paseo de la playa de Gijón. ¿Nadamos juntos?

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