martes, 8 de mayo de 2012

Welcome to True Sunshine Beach.


Los exhaustos neumáticos de la vieja caravana rodaban, con un brillo gastado, por aquella carretera secundaria. Los ojos de Clarence y Alabama reflejaban ya las celestes aguas que se extendían tras la luna delantera de su vieja Volkswagen Combi y el disco de los Grateful Dead había dejado de sonar hace mucho, olvidado ante aquella incomparable visión mientras, nuestros chicos, llegaban a aquel lugar dorado, aquel lugar que no veían desde el último sueño juntos. Un inmenso rugido azul, desnudo, puro, rozaba con sus yemas la boca de la deslumbrante playa que ante los ojos de Alabama, entrelazada, como los cuerpos que se extendían ante ella, al cuerpo de Clarence, presumía de un lejano final que sus ojos no conseguían vislumbrar. Al otro lado de la playa, quedaban atrás los tupidos bosques y el denso aire de las ciudades junto a la ansiedad del trabajo y la decepción que el día a día había creado en ambos.

“¡Para! ¡Para!” gritó Alabama, estremecida. La caravana se detuvo frente a un cartel que rezaba: “True Sunshine Beach: Eternal Love”. El silencio se apoderó de la mente de Clarence, que permaneció inmóvil, perplejo, atónito, frente al paraíso que crecía ante sus ojos. Solo las olas bailaban en el lugar, invitando a la pareja a ser acariciados por el descanso y encandilados por sus susurros incesantes.

Alabama abrió la oxidada puerta del asiento de copiloto e incendió el suelo de su nuevo hogar con sus pies descalzos. Trotó, con su peculiar andar despreocupado que tanto maravillaba a Clarence, hasta detenerse frente a la furgoneta, de espaldas, intentando atisbar, de nuevo, el fin del mar dorado que ante ella se extendía. Sacó, tranquila, un trozo de tiza, con el que pintó una eléctrica línea que atravesaba la carretera. Alabama levantó su ardiente cuerpo y clavó la mirada en los fascinados ojos, inmóviles, de Clarence justo antes de volver junto a él.

Cerró la puerta y dijo: “Al cruzar esa línea vamos a pasar los días de nuestras vidas. ¿Vale?”.

Entonces, Clarence volvió a aquella increíble realidad con una extasiada sonrisa y entró, sin siquiera pensarlo, a la recóndita felicidad que sería, de ahora en adelante, su vida con aquella joven de Idaho: True Sunshine Beach, donde la luz de sus sonrisas robaría el trono del astro rey sobre las olas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario