Los
exhaustos neumáticos de la vieja caravana rodaban, con un brillo gastado, por
aquella carretera secundaria. Los ojos de Clarence y Alabama reflejaban ya las
celestes aguas que se extendían tras la luna delantera de su vieja Volkswagen
Combi y el disco de los Grateful Dead había dejado de sonar hace mucho, olvidado
ante aquella incomparable visión mientras, nuestros chicos, llegaban a aquel
lugar dorado, aquel lugar que no veían desde el último sueño juntos. Un inmenso
rugido azul, desnudo, puro, rozaba con sus yemas la boca de la deslumbrante
playa que ante los ojos de Alabama, entrelazada, como los cuerpos que se
extendían ante ella, al cuerpo de Clarence, presumía de un lejano final que sus
ojos no conseguían vislumbrar. Al otro lado de la playa, quedaban atrás los
tupidos bosques y el denso aire de las ciudades junto a la ansiedad del trabajo
y la decepción que el día a día había creado en ambos.
“¡Para!
¡Para!” gritó Alabama, estremecida. La caravana se detuvo frente a un cartel
que rezaba: “True Sunshine Beach: Eternal
Love”. El silencio se apoderó de la mente de Clarence, que permaneció
inmóvil, perplejo, atónito, frente al paraíso que crecía ante sus ojos. Solo
las olas bailaban en el lugar, invitando a la pareja a ser acariciados por el
descanso y encandilados por sus susurros incesantes.
Alabama
abrió la oxidada puerta del asiento de copiloto e incendió el suelo de su nuevo
hogar con sus pies descalzos. Trotó, con su peculiar andar despreocupado que
tanto maravillaba a Clarence, hasta detenerse frente a la furgoneta, de
espaldas, intentando atisbar, de nuevo, el fin del mar dorado que ante ella se
extendía. Sacó, tranquila, un trozo de tiza, con el que pintó una eléctrica
línea que atravesaba la carretera. Alabama levantó su ardiente cuerpo y clavó la
mirada en los fascinados ojos, inmóviles, de Clarence justo antes de volver
junto a él.
Cerró la
puerta y dijo: “Al cruzar esa línea vamos a pasar los días de nuestras vidas.
¿Vale?”.
Entonces, Clarence
volvió a aquella increíble realidad con una extasiada sonrisa y entró, sin
siquiera pensarlo, a la recóndita felicidad que sería, de ahora en adelante, su
vida con aquella joven de Idaho: True Sunshine
Beach, donde la luz de sus sonrisas robaría el trono del astro rey sobre
las olas.
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